Por línea del tiempo, surge primero
la pedagogía centrada en los contenidos, donde el profesor, el instruido, es
quien habla, educa y comunica al destinatario, quien por ende, debe escuchar,
obedecer, retener contenidos ya que es concebido, como el ignorante del proceso
educativo y quien debe aprender todos aquellos contenidos, que el profesor
considere necesarios para su educación y así, superar su status de ignorante a
instruido. Sin duda, la mayoría de personas que ingresan a los sistemas
educativos en cada país, se podrán sentir identificados con esta pedagogía,
pues fue la que recibieron o reciben, tal vez, en calidad de estudiante.
Sin embargo, como lo propone Mario Kaplúm, dicha pedagogía deja más efectos que
beneficios en la vida de los seres humanos, quienes desde pequeños son vistos
como objetos. Siempre se sienten inferiores, incapaces, inseguros, ignorantes,
pasivos, temerosos, sin voz y por supuesto, dominados por los profesores
quienes con su discurso y accionar, les hacen saber que la única y verdadera
forma de ser reconocido e importante, es reproduciendo toda la información que
les han depositado en sus estudios. Naturalmente, los efectos son
devastadores, puesto que quitan toda posibilitad al sujeto de pensar,
comprender, aprender, analizar, concluir y proponer por sí mismo, ideal de la
pedagogía pensada en los procesos del educando.
¿Cómo es la comunicación en dicha
pedagogía? ¿Qué relación subyace entre comunicación y educación desde esta
primera pedagogía centrada en los contenidos?
Desde luego, al ser el profesor quien
únicamente habla, quien instruye debido a su status y posición jerárquica de
instruido, dicha comunicación es autoritaria, convirtiéndose en un monólogo,
donde el receptor no tiene posibilidad de interpelar al emisor y por tanto, se
acopla a escuchar y a guardar contenidos sin una comprensión que le permita
dialogar ni aprender realmente.
En un segundo momento, surge la
pedagogía con énfasis en los efectos, con el objetivo de cuestionar y mejorar
lo que la previa pedagogía no había podido lograr en los educandos. A
diferencia de la anterior, ésta buscaba guiar el comportamiento humano, “por el
buen camino”, ahora el profesor, se convierte en el arquitecto de la conducta,
encargado de programar las técnicas para el aprendizaje de los destinatarios,
por lo que podría resultar más peligrosa en términos de autoritarismo e
imposición que la anterior.
Como ya se ha dicho previamente, el
destinatario era un objeto, por lo tanto, se debía acoplar a lo que el profesor
decidiera hacer, le gustara o no, el profesor era el encargado de inducir
y persuadir a la población a adoptar determinadas formas de pensar, sentir y
actuar (Kaplúm, M. 1984. P. 32), a esto se le llamó “Ingeniería del
comportamiento”, la cual funcionaba, a través de las bases psicológicas que en
dicho momento, aportaron a la construcción de esta pedagogía, ésta fue la psicología conductista, basada en la
asignación de estímulos y recompensas según fuese el comportamiento que se
buscaba imponer a todos los educandos por igual, sin respetar diferencias, pues
buscaba la homogenización del grupo. Es probable, que muchas personas,
también se sientan identificadas con este tipo de pedagogía y concluyan, que
recibieron una educación no sólo de un único enfoque sino de ambos, en
contenido y efectos, por lo que, notarán que en la época del colegio siempre
los discursos dirigidos a ellos en calidad de estudiantes, eran acerca del comportamiento,
de la necesidad de ser todos iguales en relación al comportamiento pues esto
facilitaría su aprendizaje y el quehacer del profesor, arquitecto de la
conducta humana, sin duda, todos dominados por el miedo y con ganas de
recibir recompensas y reconocimientos, se acoplaban, a lo que era
impuesto.
Referencias Bibliográficas
Kaplún, M. (1984). La comunicación alternativa. Parte 1. Modelos de Educación y Modelos de Comunicación. Editorial Dimensión Educativa. P. 15-60
Habermas, J. (1988). La Lógica de las Ciencias Sociales. Madrid: Tecnos.
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